3 sept 2007

Meowth, bite me please

Aquella noche tan oscura, el viento me susurraba al oído versos que no podía entender. A mi alrededor solo había soledad. El frío me congelaba el cuerpo lentamente. De pronto gatos me venían a hacer compañía, esos gatos tenían un aspecto tenebroso, las costillas se le saltaban, sus ojos que a lo lejos podían brillar y su forma tan siniestra de maullar. Por un momento la presencia de estos animales me incomodaba, pero al quedarme ahí soportando sus espantosos ruidos me acostumbré.

Al ignorar por completo aquel suceso, yo seguía en ese callejón sin salida. El olor tan desagradable de ese lugar ya no lo percibía, creo que igual me acostumbré a ese hedor. Al verme totalmente sola, decidí sentarme por un rato en un pequeño sofá todo sucio, viejo y con algunos resortes de fuera. Obvio, era solo un pedazo de basura, algo ya inservible; pero no me importó y traté de buscar la posición exacta. Ya que me sentía un poco cómoda, empecé a contemplar la hermosa Luna que iluminada mi triste y solitaria noche, las estrellas que con su hermoso resplandor me hipnotizaban.

Medité por un instante sobre mi pasado, mi vida. ¿Qué más podría hacer con mi vida? Para mi todo había acabado, ya nada valía, yo ya me veía como una persona con el corazón destrozado, en pocas palabras me sentía sin vida. Volví a observar la Luna intentando encontrar al "Conejo" que se dice que vive ahí. No encontré nada. Me acosté por un momento en el sofá y aquel estúpido pensamiento en mi cabeza no desaparecía: "Quiero morir" "Mátenme". ¿Por qué? ¿Por qué quiero morir? ¡Yo quiero vivir! Agh, odio las contradicciones.

Cerré mis ojos con la esperanza de que si me quedaba así por unos segundos mi estado de ánimo cambiaría y se haría un poco más positivo. Ahí permanecí por unos minutos, tal vez horas, no lo sé. De repente empecé a sentir como cosquilleo en todo mi cuerpo, no tomé en cuenta eso. Cuando inesperadamente, una fuerte presión en mi brazo izquierdo hizo que abriera mis ojos. Observé como un bello gato había sido el culpable. Miré fijamente a los ojos del gato, le sonreí y volví a cerrar mis ojos, ignorando que otros lindos gatos se acercaban a mi cuerpo.

Por largo tiempo sentía como los gatos me mordían la pierna, los pies, las manos, el cuello, todo. El dolor era tan insoportable, la sangre no dejaba de brotar, mis lágrimas salían solas y mis quejidos eran suaves. ¿Acaso crees que me importó sentir todo eso? ¡Claro que no! Amaba esa sensación. Quería gritar de dolor, coger al gato del cuello y azotar su diminuta cabeza contra la pared, pero no lo hice porque yo quería que siguieran con su acto.

De tanto dolor, lágrimas y sangre, ya no sentía nada. No recuerdo cuando fue la ultima vez que abrí los ojos. No recuerdo en que parte de mi cuerpo fue la última mordida. Tampoco recuerdo que fue de mí esa noche.

5 comentarios:

Xana dijo...

Quién fue que dijo: Los gatos no tienen la culpa.

Centinela dijo...

Gatos...

Anónimo dijo...

Al parecer los gatos supieron de su estupido pensamiento, quiza sus actos se lo dijeron, y ahora tal vez ellos sean los culpables de q le agraden ese estupido pensamiento y q nunca consiga q de su cabeza desaparezca.

No se bien porq no me agradan, aunq concuerdo con ellos en la noche, lo limpios q son aunq no les guste el agua y la leche.

Xana dijo...

Me gusta un gato gris , grande , fuerte , ágil , esbelto y elegante que me alegraba las mañanas en la aldea , allá me voy el finde , allá a recargar pilas , sí... El gato más bonito que he visto , ése.

Anónimo dijo...

Disfrutas del dolor. Tanto dolor te hará explotar algun dia. Cuidado