Joseph

Todo el día Joseph se sentía con tanto dolor, tan deprimido y tan vulnerable con todos. Sus amigos ya no lo hacían reír, el canto de los pájaros le era muy molesto, la luz del Sol lo hacía sentir como un vampiro, que necesitaba refugiarse cada vez que el Sol salía. Se sentía tan inservible. Llegó a casa casi moribundo; después de dar un pequeño paseo por la casa y de asegurarse de que no había nadie, se dedicó a preparar un delicioso cóctel. ¿Cóctel? Te preguntarás. Sí, un cóctel, pero no cualquier cóctel, sino un cóctel de narcóticos muy sabrosos.

Esto es lo que yo necesito - dijo Joseph con gran orgullo - Un delicioso cóctel.

Después de varias horas de haberse ingerido el gran manjar, se encontraba Joseph acostado sobre su cama, con su mirada de ojos de miel hacia el techo, observaba cada estrella que hace años atrás su padre había pegado. Desviando de repente su mirar hacia alrededor, viendo como las sombras permanecían intactas en las paredes, como los cuadros apenas se veían, las cortinas que con el movimiento del aire que daba aquel ventilador ya muy viejo, hacía verlas como una danza muy hermosa que iba al ritmo de la melodía que Joseph llevaba en su cabeza. Y asi se encontraba él acostado, pensando en nada y todo al mismo tiempo. Pensando en cómo terminaría su dolor. Y así permaneció estático por unos momentos cuando decidió levantarse de su cama y quedarse sentado unos instantes, acariciando su rostro con sus manos y limpiando el sudor que en su frente se acumulaba. Se daba un pequeño masaje en la cabeza cuando se dejó caer nuevamente sobre su cama y se dice:

Dormiré un poco - Dijo algo cansado - Creo que es lo que necesito para sentirme un poquito mejor.

Y así fue, se volvió a acostar en la cama; con movimientos semejantes a lo que hace un gato para encontrar esa posición exacta para dormir profundamente unas horas, pero lo que Joseph no sabía es que dormiría un poco más.
En sus ojos llovía cuando Joseph intentaba quedarse dormido. Sus lágrimas se derramaban mientras él trataba de dormir, y cuando la ultima lágrima humedecía su almohada se pudo quedar profundamente dormido.
Después, una ola de luz llegó en escena, él perplejo se puso a pensar de donde provenía tal iluminación. A lo lejos se podía ver algo, pero no alcanzaba a distinguir qué era. En eso, extendió sus alas ya rotas y emprendió su vuelo por los cielos. El aire rozaba cada rincón de su esbelto cuerpo. De tanto volar, se encontró con un castillo estilo gótico flamígero en el cielo:

¿Un castillo? - dijo Joseph disminuyendo la velocidad de su vuelo - ¿Qué hace un castillo en el cielo?

Se detuvo frente a la puerta del castillo...

Toc toc toc! - tocó la puerta con sus nudillos - nada respondió..
Toc toc toc - insistió - y después de unos crujidos se abrió la puerta, acompañado de un rechinar que casi rompe los pequeños tímpanos de Joseph, dio un paso adelante y en unos segundos pudo encontrarse a sí mismo en la habitación donde el dormía.

¡¿Pero qué hago aquí?! - Dijo algo asustado - ¡No he muerto! ¡No he muerto! - gritaba mientras se acercaba al cuerpo que estaba sobre su cama.
Después de ver detenidamente, llegó a la conclusión de que una lágrima era lo último que él había derramado. Lleno de sensaciones extrañas dentro de él, miraba los restos del cóctel que había ingerido, en eso se dio cuenta de cómo había muerto.

Y ahí yace por siempre el apuesto Joseph.